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馃挌 RECUENTO - CAPITULO 0: V脡RTIGO

Relato Vertigo Escaleras abajo tirarse vac铆o suicidio
V茅rtigo...

RECUENTO - CAPITULO 0: V脡RTIGO


—Ma帽ana veo  al abogado por la tenencia de los chicos a menos que confieses todo y devuelvas la plata.  Pensalo, yo vuelvo a la tarde y hablamos.


No le contest贸, llor贸 en silencio y pas贸 la noche desvelado.  


Ella se alej贸 un poco y durmi贸 o fingi贸 hacerlo.


No hubo reproches, nunca hubo mentiras.


Esa noche Avenida Cabildo estaba desierta.  Juli谩n Baigorria entr贸 con la camioneta en el garaje del edificio deseando encontrar a toda la familia dormida.   La confusi贸n que reinaba en su cabeza era solo comparable con la verg眉enza que empezaba a sentir al pensar en mirar a los ojos a sus hijos.


Baj贸 del ascensor en el palier de su piso, el d茅cimo y le pareci贸 tan acogedor como el m谩s olvidado de los hospitales p煤blicos.  O era 茅l quien no encontraba color en nada. Gir贸 la llave en la cerradura y entr贸.


Tir贸 las carpetas en un sill贸n y se desplom贸 en otro mientras se sacaba los zapatos.  El silencio le indic贸 que todos dorm铆an, al menos no tendr铆a que explicar nada esa noche.  Rog贸 que ninguno hubiera visto televisi贸n esa tarde.


Se incorpor贸 y camin贸 descalzo hasta la cocina, se sirvi贸 un vaso de agua fr铆a de la heladera, lo tom贸 sin respirar y lo dej贸 en la pileta para lavar.  Atraves贸 el living hasta el pasillo de la habitaci贸n de los chicos, se asom贸 en silencio y comprob贸 que ah铆 estaban, Jos茅 de 6 a帽os dorm铆a abrazado a su oso preferido y el del medio, Germ谩n de 8, lo hac铆a con la camiseta de Independiente, el club de sus amores.   Los dej贸 as铆 como estaban, cerr贸 despacio la puerta.  Al cuarto de Marcelo de 11, no entr贸, pero sab铆a que estaba ah铆, se escuchaba el sonido de la Play…neg贸 con la cabeza pero en lugar de entrar para decirle que no eran horas para estar despierto un lunes en la noche, prefiri贸 dejarlo; consentirlo era una manera de exorcizar su culpa por los tiempos duros que se avecinaban.


Fue afloj谩ndose la ropa mientras avanzaba hasta la puerta del dormitorio principal, tambi茅n abri贸 con cuidado y entr贸, encendi贸 la luz de su mesa de noche y vio que In茅s dorm铆a vestida sin haber abierto la cama.

Dej贸 su ropa en una banqueta, hac铆a calor por lo que no intent贸 abrir la cama para meterse adentro.  Se acost贸 sobre la colcha tratando de no hacer ruido ni interrumpir el sue帽o de In茅s.  Se dio vuelta para un costado y sinti贸 que ella tambi茅n lo hac铆a para el lado de 茅l.  Lo que le dijo al o铆do esa noche no ir铆a a olvidarlo nunca y fue su primera condena:


El lunes 11 de Marzo amaneci贸 tambi茅n c谩lido, eran los 煤ltimos d铆as del verano de 1996 y Juli谩n se levant贸 煤ltimo en la casa.  In茅s ya hab铆a salido para su trabajo, previo llevar a los chicos al colegio.  Desde que hab铆a estallado el esc谩ndalo en los medios, 茅l ya no aparec铆a por su despacho en la Aduana.


Se prepar贸 un caf茅 y en la mesa de la cocina record贸 la maldita tarde en que acept贸 no entrometerse con ese asunto del contenedor con medicamentos que entraban ilegalmente al pa铆s.  La orden le vino de arriba, sab铆a que al menos la Secretar铆a de Comercio y la ANMAT estaban al tanto de la operaci贸n y, si bien no le constaba, sospechaba que varios niveles por encima tambi茅n estaban involucrados.  Tuvo todas las posibilidades de decir que no e irse para no volver, sin embargo no se interpuso en esa operaci贸n que result贸 ser la primera de muchas otras en esos dos a帽os que llevaba dirigiendo la Aduana.  Nada fue igual desde aquel d铆a y menos desde que la prensa se ocup贸 del caso, todo sali贸 a luz y los verdaderos responsables le soltaron la mano.


Muchas veces esa ma帽ana se pregunt贸 c贸mo pudo deshonrar de tal modo la memoria de sus padres, c贸mo pudo venderse a cambio de un dinero sucio que tuvo que derivar a una cuenta en un para铆so fiscal que abri贸 a espaldas de In茅s, a nombre de los dos.  Desde el primer d铆a el arrepentimiento y la culpa se hab铆an hecho carne en 茅l.


Se le hac铆a dif铆cil pensar cual ser铆a la mejor manera de terminar con su vida.  Esa ma帽ana especul贸 con conseguir un arma y dispararse, pero la escena en la casa hubiera sido imborrable para In茅s y los chicos, adem谩s no ten铆a el coraje suficiente.  Tomarse todos los ansiol铆ticos juntos tampoco le aseguraba nada.  Cuando mir贸 hacia el balc贸n se levant贸, abri贸 la ventana y sali贸 dej谩ndola abierta.  Se asom贸 a la baranda, la Av. Cabildo ten铆a mucho tr谩nsito, ya eran las 9:30 de la ma帽ana.  Pens贸 que si saltaba, el desenlace iba a estar asegurado, diez pisos no dejan ninguna chance de quedar con vida.  Se inclin贸 un poco m谩s, calcul贸 la distancia, algo as铆 como treinta y pico de metros hasta el asfalto, ten铆a que hacerlo durante un corte de sem谩foro si no quer铆a correr el riesgo de caer sobre un auto o provocar un accidente a otras personas.  En eso estaba cuando escuch贸 un ruido adentro.  


Mir贸 para atr谩s y no hab铆a nada pero algo pas贸.  En la mesa del living, una foto de Jos茅 sonriente en su primer d铆a de jard铆n. No pudo.  Se afloj贸 el cintur贸n y lo at贸 a la reja con la hebilla y a la presilla del pantal贸n por la otra punta, como si eso le asegurara algo.  Se sent贸 en el suelo contra la baranda, llor贸, llor贸 mucho y esper贸 a que volviera In茅s pasado el mediod铆a.


In茅s volvi贸 del trabajo a las dos de la tarde ese martes. Abri贸 la puerta del departamento y vio abierta la ventana del balc贸n, tir贸 sus cosas sobre el sill贸n y casi corriendo fue hasta afuera y lo encontr贸.  Lo ayud贸 a levantarse, lo abraz贸 tanto como pudo y desat贸 el cintur贸n de la reja.  Entraron y le alcanz贸 un vaso de agua.  Se sentaron en el sill贸n.


No volvieron a hablar de lo que pas贸 en el balc贸n hasta despu茅s de mucho tiempo.  Con ella fue claro esa misma tarde, cuando le dijo: -Reconozco que me equivoqu茅, podr铆a darte mil y una explicaciones pero ser铆a disfrazar la verdad. Jam谩s cre铆 en la obediencia debida.  No voy a borrar con el codo lo que escrib铆 con la mano.  Nadie me puso un revolver en la cabeza para aceptar el dinero.  Le prometi贸 que se iba a hacer cargo de su parte, de lo que hab铆a hecho, ni un poco m谩s ni un poco menos.  


In茅s fue tajante. Le dijo que se iba a quedar con 茅l a cambio de que declarara todo lo que sab铆a.  Le hizo prometerle que hablar铆a con los chicos, con la familia y con los amigos cont谩ndoles la verdad.  Le pidi贸 que si le tocaba ir preso, que fuera, que arreglara las cosas para devolver todo el dinero que no le pertenec铆a. —Unas horas m谩s tarde, a los mismos chicos que cre铆an que ten铆an a Dios como padre, los sent贸, los mir贸 a los ojos y les dijo: -pap谩 se equivoc贸, se qued贸 con un dinero que no era de 茅l.  Eso es muy malo y puedo terminar en la c谩rcel.


Al d铆a siguiente Juli谩n se present贸 en el juzgado para hacerse responsable de los hechos, reconocer el delito y autorizar el retorno del dinero al pa铆s.  No estuvo ni un d铆a pr贸fugo.  


Era su 煤ltima jugada para recuperar a su familia, lo dem谩s ya estaba perdido o devaluado.  El buen nombre heredado de su padre, el prestigio pol铆tico, la carrera exitosa en la administraci贸n p煤blica, las amistades poderosas, las influencias. Solamente le quedaba intentar rescatar su matrimonio.


Acept贸 los cargos.  Pidi贸 expresamente cumplir condena efectiva en un pabell贸n com煤n.  Soport贸 el encierro sin privilegios durante sesenta d铆as hasta que pese a sus pedidos, lo excarcelaron con dos a帽os de prisi贸n en suspenso. Devolvi贸 el soborno recibido y se conden贸 茅l mismo a cumplir esa condena pendiente saliendo de la casa 煤nicamente para ir a trabajar al bar que abri贸 con el hermano, no hubo cumplea帽os, restaurantes, partidos de f煤tbol en el estadio de Independiente, cine ni teatros durante dos a帽os.


Lo conoc铆 poco tiempo despu茅s de aquel episodio, forjamos una de esas amistades que merecen ser contadas.  No s茅 si lo que hice ayud贸 a enmendar su pasado, lo que s茅 es que 茅l me ense帽贸 a sanar el m铆o,  pero esa es otra historia.


Lee ac谩 el primer cap铆tulo

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