LA VENTANA - EJERCICIO DE ESCRITURA ESPONTÁNEA
LA VENTANA - EJERCICIO DE ESCRITURA ESPONTÁNEA
Al principio no estuve de acuerdo en que fueran redondas, ni
mucho menos dos, pero a los pocos días ya amaba esos dos ojos de buey de madera
con herrajes dorados que aportan luminosidad a la cocina. Desde aquí, desde esta mesa puedo verlos,
algo de polvo acumulado y tienen marcas en los vidrios. Hoy no pasé la franela. Hace frío afuera y hay viento pero abro uno
de ellos, el que me queda más cerca ya que están colocados en desnivel, uno más
alto que otro. Nada más abrirlos y el
sonido del viento en las ramas peladas de los árboles de la vereda se cuela por
entre el alambre tejido. La vista se
expande hacia el balcón donde esta temporada tengo algunas plantas que reponer
y donde mi marido ha ido acumulando leña de quebracho para la salamandra.
El invierno se avecina, lo delatan las hojas
caídas de los árboles y este clima ventoso y helado como hoy. Un camión del taller que está frente a casa
maniobra para irse y puso la marcha atrás, el sonido de la alarma lo anuncia
como despidiéndose del barrio.
Es la
media mañana de un viernes y la feria municipal está a dos cuadras, la vecina
pasa con un chango de las compras vacío al que le crujen las ruedas y salta por
entre las baldosas flojas. Hace frío,
hoy no tengo que salir a la calle, cierro la ventana y me sumerjo en el aroma
de mi café con leche que me llama desde la mesa. El mundo, por hoy, puede prescindir de mí.