🤶 NAVIDAD - UN CUENTO CON RECETA DE VIEJOS TIEMPOS
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Navidad en casa |
NAVIDAD - UN CUENTO CON RECETA DE VIEJOS TIEMPOS
Eran otros tiempos. Las horas duraban más y los dolores menos,
las penas parecían lejanas y las navidades traían una ilusión todavía intacta. Por ese entonces el pan dulce casero era algo
que había que hacer con paciencia.
Símbolo de la época, se trataba de esperar, de que las cosas sucedieran
a su debido tiempo. La inmediatez era
una gran desconocida. Toda la noche
descansaba la masa sobre la mesada, tapada con una manta para lograr que la
levadura haga su trabajo.
Hoy estreno receta y me asombro
con la posibilidad de armar el bollo y hornearlo casi al mismo tiempo. Tiempos de lo instantáneo y de poca
reflexión. Claro, aquello tenía sus
riesgos, más de una mañana de 24 de diciembre me vi juntando los restos que
habían desbordado de los moldes por el excesivo calor, pero el aroma a agua de
azahar inundando la cocina aún perdura en mi memoria. Este año en una hora, que no son los 60 minutos
de antes, el pan dulce estará en el horno.
Música judía suena para
acompañarme, como cada Navidad de mis años adultos, las canciones típicas del
judaísmo me ponen en clima.
Los ingredientes empiezan a
juntarse en una gran olla, como lo harán las familias estas noches y casi con
las mismas precauciones. La levadura
lejos de la sal pero cerca del azúcar y ésta junto con los huevos y la harina,
luego las ralladuras de limón y naranjas empiezan a mezclarse allí dentro. Así son las familias en Navidad, un amasijo
de sensaciones, trastornos, alegrías, enojos, amor, repulsión y ¿por qué no?,
tragedia en dosis elevadas.
En una parte de las
instrucciones dice “comience a tomar”,
supongo que el aperitivo que unas líneas antes el autor me hizo medir no era
para perfumar la masa sino para adobar a quien cocina así que lo asusto con un
chorrito de soda bebo un poco. Casi al
final, y en un arrebato de compasión le cedo, a la masa un poco de ese americano
que amenaza ya con romper con mi cordura y me está haciendo bailar y cantar el
Hava Nagila sin saber hebreo.
El resultado no es una masa
consistente, es algo más bien chicloso que quedará así, virgen, por no dejarse
masajear como hubiera correspondido a una receta tradicional. A esa mezcla bien parecida al engrudo es hora
de presentarle a las frutas secas. Las
arrojo con escasa puntería, algunas caen con precisión quirúrgica dentro de la
olla y otras, torpes, golpean en el borde y se desmayan sobre la tabla. Agonizantes, en un segundo intento unas pocas
logran ser admitidas al festejo y las que no…, bueno, las que no son ingeridas
como Dios manda por una servidora, merecido premio a la voluntad de encender el
horno en los inicios del verano.
Es hora de llevar todo
literalmente al infierno y esperar a que el calor haga su parte. Pienso en la analogía con las familias y me
resulta simpática la idea de mandar a todos al infierno.Yo, mientras tanto, me sirvo
otro aperitivo, cierro los ojos y me transporto a aquellas navidades de antaño.
No la usé, porque la receta
no lo indica, pero dejé abierto el frasquito del agua de azahar para que
perfume el ambiente y soñar que la Navidad vuelve a ser lo que fue y que en la
mesa, aunque sea esta noche, no falta
nadie.