RH NEGATIVO - ABDUCIDOS - MICRO RELATO DE CIENCIA FICCIÓN
RH NEGATIVO - ABDUCIDOS - MICRO RELATO DE CIENCIA FICCIÓN
El
mundo que recuerdo hizo implosión hace más de mil años terrestres, apenas unos
minutos de nuestro tiempo en esta estrella.
Mi nombre era Gerardo, había estudiado física en la Universidad de
Buenos Aires en un territorio llamado Argentina del planeta Tierra. Años después mientras investigaba física de
partículas, fui convocado para trabajar en Ginebra, Suiza, en el proyecto del
colisionador de hadrones que poseía el
CERN (Organización europea para la investigación nuclear). La propuesta fue tan tentadora que lo abandoné
todo hasta a mi novia Sandra.
Durante
mi estadía en el Cern fui testigo de cosas que creía no existían en ese tiempo,
pero luego comprendí que no todos los humanos estaban preparados para recibir
esa información que allí se manejaba. De
hecho, comprobé la existencia de un gran gobierno mundial que en las sombras
manipulaba los destinos del planeta con conocimientos que por entonces hubieran
parecidos sacados de libros de ciencia ficción.
Por ejemplo que la mayoría de los hombres y mujeres que a lo largo de la
historia de la raza humana han conducido los destinos del mundo o han influido
de manera rotunda en la existencia de los hombres tenían algo en común, su
sangre era factor RH negativo, un fenómeno tan inexplicable por entonces, como
escaso, apenas un 5% de la población mundial lo tenía y la mayor concentración
se daba en el norte de España. Los
grandes faraones, Jesus, los apóstoles, los reyes católicos y los últimos
monarcas de los siglos XX y XXI tuvieron ese tipo de sangre que se cree
producto de la manipulación genética o inclusive alienígena para dominar el
planeta. Cuando tuve esa información en
mis manos comprendí el motivo de la convocatoria, yo también era factor rh
negativo, iban a estudiarme y a aprovechar mis conocimientos. Como físico trabajaba hasta altas horas de
la tarde en los cálculos y diagramas que me pedían para avanzar con la potenciación
del gran colisionador de partículas que
hacía ya un año estaba desconectado. Pero
fuera de esos horarios tenía asignado, como todos los ingresantes durante el
primer año, un departamento dentro del predio al que ellos denominaban “cuarto
blanco” porque era absolutamente carente de color el espacio y los pocos
objetos que allí había. En la cama, en
la ducha y en el desayunador había auriculares especiales que debía usar
mientras me bañaba, dormía o ingería alimentos.
Los audios subliminales que nos hacían oir en distintos momentos del
día, menos cuando trabajábamos o teníamos nuestros momentos de recreación, nos
habían explicado que elevaban de tal forma nuestra frecuencia vibratoria que en
poco tiempo no necesitaríamos ingerir grandes cantidades de alimentos, ni pasar
tantas horas durmiendo.
Nuestro campo
magnético crecería de tal modo acompañando el cambio que experimentaba el
planeta y estaríamos sintonizados a una fuente ilimitada de conocimiento. Así nos explicaban el proceso, muchos de
nosotros, incluido mi yo de por entonces, Gerardo, no estábamos del todo
convencidos, pero el sueldo era tan alto y nos permitía tener tan abultada
cuenta en el banco que nos sometimos al proceso sin ahondar demasiado. Todos los días nos extraían una muestra de
sangre y nos medían la radiación corporal con cámaras especiales, ellos podían
anticipar nuestras enfermedades físicas meses antes de que se manifestaran,
nuestros cambios de humor y nuestras emociones más íntimas ponderando la
cantidad y calidad de la energía que emitíamos.
En el mundo profano, afuera del Cern esas artes no convenía que se
conocieran, durante milenios fueron consideradas oscurantismo, brujería,
ocultismo y demás denominaciones que espantaban a temerosos y atraían a
buscadores de los misterios del universo.
Pero allí dentro se practicaban abiertamente, por profesionales vestidos
de negro con instrumental altamente sensible y de nombres extraños. Teníamos prohibida la divulgación de esas
experiencias más allá de los límites del instituto, un contrato de
confidencialidad nos obligaba y castigaba
cualquier fuga de información con la cárcel.
No era broma, aceptar era someterse por completo.
Muchos
meses después de aumentada la capacidad del colisionador de partículas, se
logró algo que parecía inalcanzable, creamos antimateria (un antiprotón sumado
a un antielectrón). Los anuncios fueron
espectaculares, habíamos conseguido recrear de manera tangible lo que hasta
entonces eran meras especulaciones. Hoy,
una falla en el campo magnético que debía mantener alejada la antimateria de
cualquier contacto con la materia produjo un inmenso haz de luz y una explosión
brillante que consumió por completo nuestra Tierra.
Todo
aquello ocurrió hace unos instantes, ahora todos somos vibración, los que
estábamos preparados influimos en el pasaje de los seres que no lo estaban,
pero algunos perecieron en el camino y llegamos aquí a Orión, nuestro cuerpo
físico está aún en la tercera dimensión pero nuestros otros cuerpos vibran aquí,
en esta constelación mientras miramos sin ojos, tocamos sin manos y hablamos
sin cuerdas vocales, solo emitimos pensamientos y nos entendemos. La paz es infinita. Ahora que experimentamos esto y somos Dios, vamos
a darle a la Humanidad otra oportunidad, la Tierra volverá de su implosión en
un proceso inverso, en un nuevo Big Bang, será como si el tiempo se hubiera
detenido y todo continuará como estaba una fracción de segundo antes de que se
explotara la antimateria, los hombres despertarán elevados, sincronizados con
la naturaleza y podrán volver a empezar, en sus recuerdos, lo sucedido habrá
sido una noche oscura, un gran eclipse mundial o un sueño inexplicable. Yo, Gerardo, renunciaré al Cern e iré a
buscar a Sandra.
Cuando
amanezca, todos nosotros seremos uno.